¡Ay amor! que me diste la sonrisa
su mano mensajera, y la caricia
de habitar en el cielo de la dicha.
En tardes de pálido aleteo
me diste una flor y la primicia
de alcanzar la primera mariposa.
Amor que me habitaste tan de cerca
que hasta la primavera de tu cielo
parece más azul cuando se posa.
La brisa tiene el eco de sus pasos
con que habito la rima del silencio
más dulce,que el dulce del ocaso.
Amor que me das todo con su nombre
para que juegue el alma estremecida
sobre el tibio tapiz de su remanso.
Tengo hasta el mismo sol cuando me besa
sintiendo que la flor de su tibieza
es el grito de luz con que hoy te canto.
Este poema,simple,lo encontré entre las hojas ya gastadas de tiempo,de la correspondencia enviada a mi familia desde la ciudad de La Plata.En una de esas cartas comenté a una de mis hermanas (Mimí)que era feliz por haber conocido a un jóven del que estaba enamorándome.Y le conté lo que había escrito para él.Un año después nos casamos.Su nombre Oscar Orlandi.Padre de mis hijas.Fue un tiempo de magia en que el amor todo lo transforma.
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